viernes, 13 de septiembre de 2013

Pequeña garza del Valle Central de Costa Rica.

Butorides virescens

  
La garcita verdosa o verde (Butorides virescens) es una especie de ave pelecaniforme de la familia Ardeidae. 



Este es un ejemplar juvenil que visita con frecuencia un estanque artificial ornamental en Escazú, Costa Rica. Se posa en un surtidor para esperar los pequeños peces o renacuajos.
Su hábitat de cría son pequeñas zonas húmedas en el este y medio oeste de Norteamérica, América Central, Indias Occidentales y costas del Pacífico de Canadá y de EE. UU. Anidan en una plataforma de ramitas en arbustos o árboles, a veces sobre el piso, con frecuencia cerca del agua. La hembra pone 3 a 5 huevos. Ambos padres incuban por cerca de 20 días hasta eclosión y cuidan de los pichones.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

El atardecer antes de la tormenta.

Fotos de Guillermo Chaves Hernández. Playa Naranjo, Costa Rica.


Esta es la danza de la vida en la tierra; la misma del movimiento en los remansos latentes de los elementos. Balance inabarcable de alas que se agitan para mover el viento y agitar el corazón. 





Ritmos del firmamento en expansión, de los cuales la alquimia apenas descifra su grandeza y si acaso reconoce algunos de sus reinos cristalinos. Singular creación que nace, muere y renace, casi toda agua, en gran parte aire…toda luz.





Escucharla conmueve y hace propio el camino de retorno.  La pretérita romanza se refiere al rumbo de donde vinimos y del que ya no nos acordamos.  Algo se renueva y se expande sin una pauta reconocible, pero qué importa!


 


Hagamos serena su esencia y volvamos. Seamos uno con sus ofrecimientos, naciente cristalina. Lo nuevo emerge agitando sus alas para purificar el silencio. Su himno es libre y soberano, sabio y manifiesto.






Observo su melodía y me reflejo en lo que es. Me reconozco como la culminación de un camino. Disfruto por solo el hecho de imaginar contemplarla como un iluminado. Lo tierno ya emergió y lo respiro para que culmine unificada.






martes, 10 de septiembre de 2013

Texturas de troncos arrastrados por el mar. Playa Naranjo, Costa Rica

Estaba a la deriva, no encontraba el camino, o el camino no me encontraba. 


Flotaba ausente arrastrado por las corrientes someras o profundas, en una levedad sumisa. Seguía las derivas.


No tenía norte, a todos lados todo era lejano. Era un vacío inmenso desde adentro hacia afuera, pero mayor todavía hacia lo profundo del mar, del cielo y de mi ser.


Observaba indiferente los ritmos circadianos, las lunas y las mareas y me imaginaba planeando alto, como los albatros. Nacían soles. Todos los días agonizaban y morían.


Sentía que planeaba en el horizonte continuo sin dejar estelas, flotando leve, gravitando denso.


Florecí algún día, germiné verde en el futuro y el pasado.  Fui devenir y ahora reposo.


Sin norte y sin herramientas, las banalidades figuran principales, breves utopías.


No reconocía lo sagrado del todo, porque estaba en la totalidad. Lo confundía con el vacío.



No era ausencia ni vacío aunque nada define mejor su plenitud. Era un territorio inescrutable.


Llegué a la playa en una marea alta, respondía al oleaje acariciado, siendo viento, agua y luz.


Cada caracol redibujaba con mis fibras tatuajes de sendos laberintos pertenecientes al albur.


Me reinventé un día cuando un mantra sembró el aliento de divinidad. Lo demás fue canto, belleza y gratitud.


La emoción evidenció la vulnerable burbuja de las falacias que uno se cree. De cuentos extremadamente sutiles en que depositamos la fe.



Nadie explicaba la nada, y pocos comprendían lo incomprensible. Barómetros necios de dudas existenciales.


Me volvió a llevar la marea, pero en una deriva consciente, más compasivo por el perdón, más ligero por saberme menos complicado.


Ya la pena no me alcanza. Comprendo el mar y su propósito. Comprendo la arena y su roce con el viento. Soy el madero libre en su tránsito sin huellas, que se siente infinitamente amado por la Suprema Resonancia.


Cuando te guía el afecto, qué poco se ocupa!, tu brillo es mi brillo, tu luz es la mía. Ya lo opaco no me alcanza, porque estoy en otra sinfonía.


Me encontró el camino y se hizo joven, porque era la senda del retorno, la que remite al océano primigenio. Ahora floto glorificando bajo las constelaciones que renacen en el eterno presente y son mi esencia.



Estás dentro del paisaje de mi alma, necesitaba sentir lo que hay que sentir…, sanar e integrar. Me rodea una frontera sagrada…



  Cobalto luminoso, habito un sitio nuevo, energéticamente pleno. Retro y ceso lo obsoleto de los miedos, bloqueos del alma que dejan vacíos. El corazón tiene posibilidad de intuir y ya lo hizo.


domingo, 1 de septiembre de 2013

Las mascotas y su impronta en el paisaje.

Foto de Aida Chaves de Yiyi.


Poco se habla de las mascotas cuando nos referimos a lo que acontece en el paisaje. Ya sea urbano o rural, siempre están allí porque son parte de nuestras familias, de la sociedad en su conjunto.  Ocupan un espacio pequeño a nivel físico, y más grande en nuestras mentes y corazones. A algunos les incomoda su existencia pero es porque ignoran los grandes beneficios a la psique y salud en general que logran con solo compartirnos sanamente.
Del espacio público casi siempre el debate se centra en como manejar sus necesidades. De ellos somos totalmente responsables nosotros. Ahora voy a referirme a lo que aportan a nivel energético, sí, porque son nuestros amigos, capaces de ofrecernos abundancia infinita de amor y compasión.  
Les sugiero volver a ver a sus mascotas desde este otro punto de vista; son seres con una misión especial. Los que cuidan sus mascotas pueden dar fe de cambios positivos en sus vidas, que se dan por la afinidad y afecto de estos seres sencillos, sus gestos humildes y la increíble lealtad que son capaces de demostrar. 

Los perros y los gatos, sobre todo, llegaron para enseñarnos a abrirnos a la compasión. Ellos nos buscaron primero para hacer un pacto de amistad entre almas, (si, ellos tienen alma). Nos demuestran y enseñan a vivir el amor incondicional desde su ternura, especialmente a quienes nos urge abrir el corazón al perdón y a quienes el drama de la vida nos atrapa y sumerge en regiones oscuras.

Cada vez es más evidente que hay una gran fuerza que nos une desde hace miles de años. Parece que tenemos un acuerdo tácito de unión, un “pacto de compenetración” que es ese convenio de almas, que tejimos seres humanos y mascotas para evolucionar juntos. Que también nos han ayudado al expandir nuestros horizontes emocionales y transmutar vibraciones negativas y sus efectos; como la depresión, la desesperanza o el sufrimiento.


El perro es un pionero de nuestra sanación interior.
Muchos de los que tenemos perros experimentamos una de las formas de devoción amorosa y fraternal lealtad más refinadas que hay para la humanidad. Son aventurados pioneros que les toca sensibilizar las fibras más recónditas de nuestra vulnerabilidad. Es un ser que en cierta forma nos completa.


No exagero en lo que digo, y aunque en apariencia creemos que nosotros escogimos al perro para que viviera y nos acompañara, fue él el que escogió acercarse a nosotros. Nos eligieron para cooperar y sobrevivir juntos, llegaron a entender nuestra misma sintonía emocional. Ellos ataron su energía a la del ser humano a un nivel en que se volvió casi una sola. El vínculo humano-perro que se ha desarrollado desde hace miles de años es más profundo y hay una compenetración más compleja de lo que se cree. Escogieron ser parte de nuestras familias e integrantes de la manada humana. Su principal regocijo es la sola existencia de sus seres amados porque tienen la misión de enseñarnos los alcances posibles del amor incondicional y la compasión.

Si revisamos la historia de la convivencia humana con los perros, vamos a encontrar que entre la humanidad y los perros forjamos una sólida alianza para enfrentarnos a los desafíos de la supervivencia. Hemos coevolucionado por miles de años y nuestra misión actual es mostrarles el camino para que sigan evolucionando y ascendamos espiritualmente juntos. Un ejemplo de cómo ambas especies, el ser humanos y los perros nos hemos autoadaptado uno a otro es que, por ejemplo; la habilidad del habla de nosotros fue una consecuencia de la asociación prehistórica con los perros, que olían por el hombre primitivo. Al asumir los perros este rol de detección de olores tenues, los primeros humanos ya no necesitaríamos de las de estructuras faciales para este propósito; los lóbulos olfatorios, lo que nos permitió desarrollar rasgos faciales más flexibles y capaces de producir sonidos más complejos. Incluso en los humanos se redujo el mesencéfalo, que controla las emociones y la información sensorial. Del perro se sabe que hubo una rotación del cerebro y el posicionamiento del lóbulo olfativo.

Si esto sucedió con la evolución de las percepciones y características físicas humanas y perrunas ahora imaginen lo que significó la simbiosis hombre-perro para la evolución cerebral de las dos especies. Lo que era de prever, que humanos y perros nos especializamos sin competir. En cuanto al perro, con mucho más impacto en su forma corporal dada la plasticidad en el genoma canino. Se convirtieron en un buen reflejo de lo que somos como compañeros en el devenir de la vida, e incluso del nivel cultural y económico que hemos logrado alcanzar cada cultura. Hemos aprendido de muchas maneras a comprendernos y colaborar.

Los perros pueden captar las emociones con solo observar las caras humanas. El perro tiene cuarenta veces más células olfativas, y superan por cerca de un millón de veces al olfato humano. Detectan hasta los cambios químicos corporales, especialmente si hay estrés, ansiedad, dolor o enfermedad. Tienen la notable capacidad para adivinar nuestras intenciones. Nos brindan muestras de empatía cuando atravesamos momentos emocionales difíciles, acrecientan su vínculo afectivo y cercanía emocional. Su extraordinario poder olfativo y audición es capaz de percibir hasta las sutilezas de nuestro estado de ánimo.

Esto es difícil de comprender por ahora, pero tengo que introducirlo para que se entienda en un contexto mayor; “hay unas dimensiones profundas del yo animal que son parte de la mente colectiva grupal de la especie entera”. Esto lo expresó un miembro del Reino Feérico y debe entenderse que los perros y las demás mascotas tienen una misión dentro del Plan Divino. Ellos atan su energía áurica a la del ser humano, generando una empatía transespecie que involucra a las mascotas con la evolución del Alma humana y del propósito de la humanidad en su conjunto. Este ángel también indica que las mascotas están directamente involucradas en la evolución de la raza humana y de su paso a una consciencia planetaria que está ascendiendo a otro nivel. Ellos tiene la misión de proceder como “benévolos asistentes dadores de energía” para compensar a quienes se tuvieron que embeber densamente en el Plano Terrenal, pero que ahora tratan de recordar cuál es la verdadera naturaleza de la evolución humana.

Un perro nos muestra una gran dedicación, extrema lealtad y un amor incondicional. Esto es lo que recibimos; energías sanadoras y una compresión increíble en resonancia directa de nuestro campo emocional. Mejoran y equilibran nuestros sentimientos y bloqueos emocionales.

Debe comprenderse que entre el perro y el ser humano hay una fusión única y que ahora además, es un fragmento de la consciencia total. Lo que sucedió es que a través de ellos se despertó el flujo afectivo y la fuerza vital necesarias para expandir el campo de nuestra consciencia emocional. Ellos se pasan proyectando frecuencias vibratorias benéficas con solo los vórtices energéticos que dibujan cuando hacen giros de alegría y mueven su colita cuando, por ejemplo, llegas a tu casa. Pero en general, entre las mascotas y toda la humanidad se llegó a crear una “consciencia mezclada”, lo que este ángel llama; una tercera conciencia resultante de la simbiosis hombre-perro. La conciencia grupal del perro que antes estaba centrada en su manada ahora está fusionada energéticamente con la nuestra, hemos crecido juntos en consciencia e identidad, por eso los humanos debemos reconocerlos como nuestros guardianes.

Hay un acuerdo común de coexistencia que debemos respetar. Hay una delgada línea roja que las personas deben percibir. Es la que mantiene al perro con una conducta balanceada y con la capacidad de socializar. La crianza selectiva de perros domésticos ha generado grandes cambios en el cerebro y la apariencia canina, pero hay cosas básicas que ellos necesitan; el comunicarse con sus congéneres, responder a la conducta jerárquica y a los rituales grabados en lo más profundo de su memoria. Ellos mantienen vigentes las leyes de su naturaleza. Muchas veces los humanos proyectan sus desequilibrios y descompensan al animal, lo que es perjudicial para ambos.

Lo que compartimos con las mascotas son en realidad dimensiones paralelas, un alineamiento a nivel espiritual. Ellos aman sin excepciones. El perro nunca te pregunta quién eres, de dónde vienes o qué tienes, son solo la mejor ayuda en cualquier momento, ellos promueven el balance afectivo y limpian tu espacio emocional.

Ellos nos hacen retornar a nuestra más pura esencia. El mensaje que nos dan es que podemos ser desde el amor y la lealtad, desde la comprensión y la confianza. Nos brindan la posibilidad de dimensionar nuevos caminos compartiendo el lenguaje del corazón, y a nivel del alma, con sus demostraciones afectivas pueden ayudarnos a abrir por resonancia la verdadera profundidad del amor propio y cómo compartirlo.
Se dice que la punta de lanza de la evolución social y cultural es nuestra evolución espiritual. Si las mascotas nos han acompañado desde nuestros inicios como cultura y sociedad también están en el camino de este transitar espiritual juntos. Somos un solo organismo vivo, todos en la Tierra, hay una aparente separación que es solo el resultado de la limitada capacidad de nuestros sentidos. Ellos ya están en campo del amor infinito y nos están esperando.