domingo, 28 de octubre de 2012

El Jardín Botánico José Celestino Mutis.

Muchos son los atractivos de este bien estructurado Jardín Botánico. Algunas de las colecciones botánicas se muestran en invernaderos climatizados a diferentes temperaturas donde se exhibe la flora de las diferentes regiones y pisos térmicos de Colombia, desde La Guajira, un invernadero con cactus y otras plantas suculentas, plantas xerofíticas, e incluye flora de la Amazonía, la que se puede ver en la foto arriba.

Mi primera visita a la Ciudad de Bogotá no podía menos que incluir su renombrado Jardín Botánico, y fue un acierto verificar que es absolutamente hermoso y sus colecciones bien mantenidas. El Jardín Botánico José Celestino Mutis es el más grande de Colombia. Es a la vez un Centro de Investigación y Desarrollo Científico que da énfasis a los ecosistemas del bosque alto-andinos y de páramo. Tiene la misión de contribuir a la conservación de la flora del Distrito Capital, a la sostenibilidad ambiental de su territorio y al aprovechamiento de su patrimonio genético, a través de la investigación científica, la transferencia tecnológica y la educación ambiental. Su personal es muy atento y calificado, lo pude comprobar con las giras guiadas que son gratuitas una vez que se ha pagado el costo de la entrada. Este jardín tiene un acceso fácil por las líneas de Transmilenio y Buses. Se ubica en Av. Calle 63 No. 68-95, Bogotá D.C.

El Jardín Botánico da apoyo de la ornamentación de la ciudad de Santa Fe de Bogotá D.C. y a la protección de la flora y fauna nativos en sus predios, la implementación de flora urbana nativa en donde se puedan crear refugios y otros espacios de esparcimiento. Al fondo se puede ver la bella ceroxylum quindiuense, palma que vive cientos de años y que de nuevo está resurgiendo como una muestra de que lo nativo debe prosperar y ser viable en su entorno. Vi muchos pasajes peatonales que la incorporan en su paisajismo urbano.

Está ubicado a 2550 metros sobre el nivel del mar  y ocupa una superficie de casi 20 hectáreas. Es recomendable visitar cada una de las 28 zonas en las que se subdivide el conjunto ya que se incluyen varios hábitats de la geografía colombiana y sus ecosistemas como; el bosque andino, el robledal, el bosque de niebla, la zona de coníferas, el jardín criptogamium (plantas que carecen de flores), el jardín herbal (plantas medicinales), la rosaleda y el circuito de invernaderos con plantas de clima cálido, seco y lluvioso. Finalmente el Jardín  Sistemático, un lugar en donde las plantas están organizadas según su grado de evolución.



Como arquitecto y paisajista creo que puedo dar realizar comentarios y opiniones sobre una obra que parece una institución consolidada y cuyos fines trascienden los de conservar introvertidamente en jardín en sí. El Jardín Botánico de Bogotá lleva el nombre del astrónomo y botánico José Celestino Mutis y ya con solo ese nombre se tiene el reto y el deber moral de mantenerse a la altura de quien fuera uno de los más connotados exploradores botánicos venidos desde España y quién realizara una de las más importantes expediciones científicas del siglo XVIII. Su búsqueda duró treinta y tres años en que hizo una monumental recopilación en la que se catalogaron 20 mil especies vegetales. Su «Flora de Bogotá» fue uno de los proyectos botánicos más ambiciosos del siglo XVIII. Fue el primero en consagrarse de lleno al estudio de las ciencias naturales en el territorio de la Nueva Granada y su tarea fue el comienzo de una honda y larga tradición alrededor de la flora y la fauna colombiana.

En Colombia la famila de plantas bromeliaceas es muy extensa y por sus flores y follaje llamativo se han extraido muchas especies, algunas están categorizadas como vulnerables, ya que se sacan de los bosques para venderlas en los mercados nacionales (e internacionales), lo que ha reducido la cantidad en su hábitat de origen, es el caso de Vriesia ospinae.

Esta es una recopilación que iré ampliando conforme vaya consiguiendo la información necesaria para que pueda documentar bien las fotos que tomé. Por lo que por ahora está inconcluso. Pero espero que las fotos puedan disfrutarse por si mismas.



Un jardín de plantas exóticas usadas muy intensivamente en el diseño de jardines de la ciudad de Bogotá. Al fondo se puede ver la Palma de Cera, que por ley 61 de 1985 se adopta como Árbol Nacional, aprobado por el Congreso de Colombia. Por decreto se prohíbe la tala de la Palma de Cera bajo sanción penal aplicable en forma de multa de conformidad con el decreto ley 2811 de 1974.

domingo, 21 de octubre de 2012

Centro Histórico La Candelaria de Bogotá


Este es un reporte fotográfico de una visita reciente (oct. 2012) a la localidad de La Candelaria de Bogotá que fue declarado Monumento Nacional por medio del Decreto 264 del 12 de febrero de 1963. Esta zona del centro de Bogotá muestra la riqueza arquitectónica, el paisaje urbano del corazón histórico y la oferta cultural de la ciudad. Los comienzos del barrio reflejan una arquitectura colonial que se pudo mantener casi intacta debido a que el auge comercial indicaba un crecimiento ladera abajo. El centro histórico de Bogotá es uno de los mejor preservados en Latinoamérica.

En los fines de semana y días festivos se puede ver una dinámica y vida urbana totalmente diferente a los días laborales, algunas calles se convierten en ciclovías extraordinariamente extensas que atraen a los caminantes. Algunos llevan a sus perros y los ejercitan por estas mismas calles, todos los ciudadanos recogen sus desechos de manera que las calles están libres obstáculos no deseados. Los vendedores ambulantes ofrecen todo tipo de comidas rápidas, golosinas y refrescos.

En un recorrido pude constatar que es un barrio bien preservado con casas coloniales  que presentan una adecuada renovación y restauración. Las propiedades y de las calles adoquinadas nos remiten a un pasado que refleja un urbanismo de configuración española y que ya en 1539 se inicia con el desarrollo y el trazado actual de calles alrededor de la Plaza de Bolívar. En este diseño original se gesta la ciudad con la Plaza Mayor como el centro del incipiente urbanismo y la iglesia principal que más tarde se convertiría en la Catedral Primada de Bogotá. 

El Museo Botero está situado en La Candelaria y alberga una hermosa colección de obras donadas a Colombia por el artista Fernando Botero. Su intención es difundir el arte y la cultura en su país natal mostrando 123 de sus obras entre pinturas, esculturas, dibujos y otras técnicas. Otras 87 piezas corresponden a una impresionante colección de obras de artistas de renombre internacional  como Jean-Baptiste-Camille Corot, Pierre Auguste Renoir, Claude Monet, Camille Pissarro y Gustave Caillebotte, Henri de Toulouse-Lautrec, Picasso y otros de ese calibre.


Es un conjunto que es un atractivo turístico de primer orden, que merece la pena un andar pausado para observar con detenimiento los detalles como sus ventanas enrejadas, los portones tallados, techos de tejas rojas y aleros. También algunas calles empedradas, pasajes estrechos que dan a plazas, todo muy cerca de partes renovadas de la ciudad con los sistemas de transporte muy accesibles. En el mismo conjunto se pueden visitar muchos de los sitios de interés más emblemáticos de Bogotá tales como el: Museo del Oro, Museo Botero, la Casa de Moneda, Museo de Arte del Banco de la República y un sinnúmero de obras arquitectónicas de gran interés cuyo interior refleja un hecho importante de la construcción histórica de la misma ciudad.


La Candelaria se encuentra entre la calle 7 y la Avenida Jiménez de Quesada y entre las carreras primera y 15. La ciudad de Bogotá se fundó en el año 1538 y por suerte se han conservado muchas edificaciones antiguas que hoy retratan la búsqueda constante de la identidad del colombiano. Como sucedió en muchos países de Latinoamérica, en el siglo XX se remplazó el modelo urbano español que había mantenido por mucho tiempo y se pasó a seguir tendencias del Viejo Mundo, lo podemos comprobar al  ver que en la parte residencial de otras zonas de Bogotá predominan las tendencias inglesas hasta mediados del siglo XX. Recién después empezaron las construcciones de rascacielos y centros comerciales mucho más modernos al estilo norteamericano. La Candelaria queda inmerso en un contexto que refleja esta dinámica cambiante, pero por momentos es como caminar por un barrio congelado en el tiempo. 

 Plaza del Chorro de Quevedo

Se dice que en la Plaza del Chorro de Quevedo fue donde nació Bogotá, la capital colombiana. En 1538 Gonzalo Jiménez de Quesada decidió establecer en este lugar el primer caserío que sería el germen de lo que hoy es la enorme y populosa capital de Colombia. En sus inicios solo había 12 casitas y una iglesia. La denominación  ‘El Chorro de Quevedo' surge porque en 1832, porque uno de los padres de la Comunidad Agustina, de apellido Quevedo, construyó una fuente para abastecer de agua a los habitantes de esta zona de la capital.  En este conjunto destaca  la Ermita de San Miguel del Príncipe, construida en 1969 a imagen de la antigua Capilla del Humilladero. Se venera la imagen del señor crucificado, mejor conocido como el Cristo del humilladero.







El colorido es uno de los componentes del paisaje que juega con la luz para crear dinamismo y acentuar la volumetría en muchas callecitas estrechas.

Se puede distinguir que hay una parte residencial en las faldas de los cerros orientales. Lugar con casas de estilo colonial, hoy se ha cambiado su uso y ahora son pequeños hoteles, restaurantes y tiendas, predomina la vida bohemia. Los techos aun son de tejas de barro y hay algunos balcones de madera. Las paredes hoy lucen colores vivos (antes eran blancas) que le dan una gran autenticidad y enriquecen el espíritu de barrio.


La Iglesia de la Candelaria es un templo colombiano de culto católico dedicado a la Virgen María bajo la advocación de la Candelaria, se localiza en la calle 11 con carrera 4, en el barrio La Candelaria, sector histórico de la ciudad de Bogotá.  Pertenece a la jurisdicción eclesiástica de la arquidiócesis de Bogotá.


Algunos sitios esperan urgentemente que se invierta en su restauración o renovación de manera que el continium de las fachadas de una cuadra no quede descontinuado. Como vemos aquí, este umbral maravilloso aun transpira historia e identidad. Merece la pena su conservación. 





 Iglesia de Las Aguas, Barrio La Candelaria, Bogotá.

La Iglesia de Nuestra Señora de las Aguas o simplemente Iglesia de las Aguas tiene un profundo significado histórico, es también un monumento de valor arquitectónico y cultural. El templo es una sencilla construcción colonial que data de 1644, consta de una planta rectangular de una sola nave.  En su costado norte posee una capilla construida en 1901 dedicada a San Antonio. El templo y el antiguo convento fueron declarados Monumento Nacional por medio del decreto 1.584 del 11 de agosto de 1975.

Es un templo de culto católico dedicado a la Virgen María bajo la advocación de las Aguas, se también está localizado en el barrio La Candelaria. El templo hacía parte del antiguo Convento de las Aguas, el cual a lo largo de su historia se ha desempeñado también como hospital, orfanato y actualmente es la sede de "Artesanías de Colombia". Fue restaurado en 2003. La Iglesia está ubicada en la carrera tercera con calle dieciocho sobre un boulevard que cuenta con amplios senderos peatonales.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Nosotros y Gaia somos Uno


Han ustedes visto cómo contemplar un jardín o un paraje inalterado en la naturaleza es en sí mismo un alivio para el alma y el corazón. Es casi imposible no dibujar una sonrisa cuando se contacta la frescura de la vida manifestándose en una mariposa que busca libar en una flor o una gota de agua en colgando de hoja y que refleja los colores del arcoíris al amanecer. Una sonrisa trae un agradecimiento implícito a quien nos da la posibilidad de disfrutar de esa manifestación de quien todo lo crea. Por este simple gesto y acto perceptivo tomamos conciencia de que estamos  indisolublemente ligados al Espíritu de la Tierra; a Gaia.
Es extraño que algo "tan insignificante" sea tan revelador, pero; ¿no les parece que una contemplación profunda de la naturaleza es a la vez tener una experiencia de sanación?. El descubrir la belleza en la simplicidad nos permite fluir. Si logramos comprender esto los senderos se van abriendo y las puertas se despliegan, porque se suceden en cascada más niveles de profundidad perceptiva. Elevamos nuestra propia conciencia para unificarla a una sola conciencia mayor, la que permitiría dar un paso hacia el equilibrio planetario por pura resonancia. Por medio de minúsculos detalles, la naturaleza nos sonríe con su propia generosidad.
La sonrisa se expande con ese contacto, es como una poderosa energía que sana, purifica y rejuvenece nuestros cuerpos. Es agradecimiento y veneración porque vibramos y latimos con el mismo pulso y frecuencia con que lo hace Gaia. Es una frecuencia que emana de su Corazón Central y que pone en movimiento todo en el Planeta Tierra y le da vida.
Integrémonos al sistema que regula la vida y transformemos verdaderamente nuestra actitud hacia Gaia. Cuando nosotros nos transformamos miramos todas las manifestaciones del Planeta con un sentir diferente, sencillamente estamos conectándonos al mismo corazón. El corazón de la Unicidad.
Precisamos de personas con la sensibilidad para agradecer el hecho de que, “nosotros y Gaia somos Uno” y que encontramos esa verdad revelada en los detalles que nos pueden parecer insignificantes. Tenemos que cambiar hacia una actitud más compasiva con el ambiente porque lo que le hagamos a este se nos revierte con más fuerza. Hagámoslo emprendiendo un camino sagrado de gratitud y compasión. Aprendiendo de las tribus aborígenes que están compartiendo su cosmovisión al conjunto social. Posiblemente este cambio de actitud nos lleve hacia nuevos paradigmas.
Nada retrata mejor la calidad humana y la sinceridad que una sonrisa salida del corazón. Una sonrisa sincera ilumina, genera felicidad y fortalece todos los afectos.
De allí que mi propuesta sea que adoptemos los siguientes mandatos como propios:
Haré de la sonrisa el medio para mostrar gratitud a la vida y a esta Tierra generosa que lo da todo. A la grandeza de Dios y su existencia eterna.
La sonrisa será una forma elevada y pura de alabanza al Creador y el plan divino de su gran obra. Serán bendiciones para todas las formas de vida de la Madre Tierra y más allá; al sistema solar, a la galaxia, al universo, al cosmos, a toda la Creación.
Disfrutaré de los sabores de los alimentos, agradeciendo que hoy los puedo degustar y que es una bendición contar con que me proporcionan la energía que necesito para emprender la rutina diaria. Sé que son un regalo de Gaia para tener vitalidad, sobre todo por la bondad de crear alimentos.
Me animarán mucho más las sonrisas de los niños y su predisposición natural a reírse mucho, porque con éstas enfrentarán mejor las complejidades del mundo, les dará confianza y aumentará su autoestima.
Abrasaré sonriente y respetuosamente el silencio tuyo y el mío, porque es en la amplitud del Silencio por donde llegamos a retornar a la fuente. Es ese Silencio subyace el misterio que todo lo sana, lo transforma y lo preserva.
Honraré en cada persona el lugar dentro de sí, donde yace su luz interior, el amor al prójimo y la paz nacida de su integridad. Gozaré como propia la sonrisa que emana de su paz.
Agradeceré profundamente al Reino Animal  de la Tierra, especialmente a mis mascotas por cuanto con su afectuosa ternura me apoyan y asisten como al resto de la Humanidad en su evolución. Sonreiré cuando un gato 'ronronee', porque ahora sé que esta vibración es de profunda alegría y que la frecuencia de esa vibración es muy sanadora.
Procuraré para mi perrito un estado de satisfacción, porque eso me hace feliz. Cuando este salta, mueve su cola y corra haciendo giros sé que está formando vórtices energéticos que son capaces de limpiar las energías negativas. El entiende mi estado emocional, es protector, extremadamente leal y me  muestra siempre su amor incondicional.
Ofreceré disculpas por los errores de terceros, que hacen que muchos vivan en inequidad, con resentimiento y miedo. Sonreír es un punto de partida ya que nos apoyamos entre nosotros. Puede ser un gesto de consuelo y el punto de partida hacia un futuro reparador.
Gozaré plenamente de la inventiva humana que se expresa a través de la amplitud de su creatividad, porque muchas de sus obras alcanzan un nivel que conmueve. El arte es un regalo divino que se canaliza en formas accesibles y significativas. La música es la belleza audible de la cultura y me llega fácil a las fibras más sensibles.
Agradeceré que haya tolerancia y respeto en mi familia. Honraré a todos sus miembros porque siento la solidaridad y el apoyo que me han ayudado a formar la expresión propia de mi espíritu. Sonreiré porque hoy he podido ampliar mi concepto de familia, porque hay nuevas relaciones vibratorias con todo lo que los rodea en el planeta y hay muchos hermanos de luz.
Sonreiré porque recién estoy comprendiendo el porqué de mi propia vulnerabilidad, mis sensibilidades y dones. Porque me has dado oportunidades de fortalecer las armonías con los demás. Cada descubrimiento personal me ha permitido trabajar el espíritu para tratar de continuar hacia el siguiente nivel. Así es.

lunes, 1 de octubre de 2012

El poder sanador de los jardines.

Foto de Guillermo Chaves de Amarillacea en jardín de Hacienda Navarro, Paraíso de Cartago.

Un jardín es un espacio que el ser humano acota y organiza para recrear un pedazo del paraíso que es la Tierra. El Edén original que ya no recordamos. Para muchos es el refugio donde proyectan lo mejor de sus afectos pero que, en cierta forma, está subordinado  a nuestra discreción. Aunque ahora más que nunca simboliza, nuestra absoluta conexión y dependencia del planeta. Es un pequeño escenario del que nos apropiamos y que contiene una parte representativa de nosotros mismos y de nuestra madre Tierra.

Los jardines son como “muestras accesibles del reino vegetal y los demás reinos” que nos dan sus componentes vitales y con los que hemos aprendido nuestra absoluta vinculación e interrelación, porque en todos los jardines están representados los elementos esenciales para la vida, que no son ni más ni menos de los que nos dan vida a nosotros. Son un medio para visualizar el anclaje que tenemos con la Tierra y del que debemos aprender mucho todavía. La verdad que nos manifiesta es que; somos uno con GAIA (la Madre Tierra) y ella es uno con nosotros, los seres humanos, y con todos los seres vivos e los inertes.

Foto de Guillermo Chaves del Jardín de plantas aromáticas de Viveros Bios.

Dije anteriormente que simboliza porque en realidad muchos seres humanos, desde hace muchas décadas o siglos, hemos perdido el anclaje y por decirlo de alguna forma, también el respeto por este lugar maravilloso que hemos llamado planeta Tierra. Esto queda demostrado de manera muy obvia por el tipo de desarrollo por el que hemos optado y su consecuente crisis ambiental. Tal vez no sea tarde aun para comprender que lo que le afecta a uno le afecta al otro y que somos uno con la naturaleza.
Un jardín o parque es una construcción humana y uno muy bello es el producto de una gran dosis de creatividad y cariño por las plantas, del goce y disfrute de la naturaleza que nos constituye. Muchos son producto de décadas de dedicación y mejoramiento continuo. Sus resultados se vuelven una joya cuando se destacan sus colectas botánicas a través del buen gusto y sensibilidad. Es una vocación crear o tener a cargo un jardín, las personas que los cuidan pueden haber nacido con un don especial, y como muchos otros dones con los que nacemos los seres humanos, este tiene que ver con un arte, el arte vivo de co-crear con la naturaleza y conservar lo que ella nos ofrece. Es por eso que quienes cuidan con amor un jardín son en esencia Guardianes de la Tierra. No conozco a nadie que mantenga un buen jardín que no muestre gratitud por la gran obra de la Creación y por El Gran Espíritu que yace en su obra.
Foto de Guillermo Chaves del Ana Rodriguez en Alajuela, Costa Rica.

Este espacio, al servicio del ser humano, es capaz de decirnos sutilmente que toda la Tierra es un ser vivo y que está integrada por el de sentir de todos los seres vivos juntos y todas las “conciencias elementales”  (presentes en el Agua, el Aire, Fuego y Tierra). En el jardín palpitan las conciencias de todos los reinos: minerales, vegetales y animales. Nos contiene y quiere a todos porque todos somos como sus células, interconectadas para formar un solo ser. Es maravilloso comprobar como cada día nos demuestra que existe una voluntad inteligente que lo equilibra todo, que cada retoño y cada flor sigue un patrón de geometría perfecta.



Los parques y jardines son los remanentes urbanos de lo que alguna vez fue un paisaje predominantemente silvestre. En ellos sintonizamos la misma frecuencia con que la expresamos el amor. Cuando visitamos un buen jardín nuestro corazón sintoniza una energía profundamente sanadora. Aun con proporciones pequeñas, esos parches aislados son esenciales para nuestro bienestar, tanto físico y psicológico. La labor fundamental de las áreas verdes es la de hacer más llevadera y agradable la supervivencia humana del citadino y proveerle mejores condiciones ambientales. Es asombrosa la manera en que crea armonía a quien abre su corazón a la experiencia de sentir el equilibrio y la belleza.

Foto de Guillermo Chaves del Jardín de Hacienda Navarro en Cartago, Costa Rica.

Por pequeños que sean estos refugios son muy generosos, aun en una proporción disminuida, nos demuestra que todo en la vida está interconectado y por lo tanto todo contiene sus impulsos vitales. Hoy admiramos nuevamente a las tribus aborígenes que de manera permanente han sostenido su vibración amorosa y cósmica por la Tierra. Debemos declararlos hermanos del alma, por que pese a todo, casi su extinción o acorralamiento, las tribus sostenían la vida y vivían la armonía con la naturaleza cuando lo podían hacer.

Algunos jardines y parques acogen con generosidad parte de la vida silvestre expulsada por la acelerada urbanización y de los campos de agricultura (sobre todo de monocultivos). Muchas especies no se adaptan a condiciones urbanas y del poder avasallador de la gran pavimentación del suelo urbano. Huyen también de las técnicas modernas de cultivo, de los pesticidas. Los jardines tienen la capacidad de ofrecernos el contacto con otros seres vivos que solo necesitan la luz solar para crecer y expandirse y de quienes dependen de ellos. Con suerte, en los jardines y parques nos encontramos alguna fauna sobreviviente. Estas, como nosotros mismos, son partes integrales del cuerpo y del Ser de la Tierra. Nos permiten el acercamiento con otras manifestaciones evolucionadas de la diversidad de la vida, y por lo tanto podemos disfrutar de la conexión. Una abeja o mariposa sobre una flor o un pájaro que encuentra su alimento en nuestro jardín nos permite canalizar la energía de la compasión.
Foto de Guillermo Chaves de los canales del Parque Nacional Tortuguero, Costa Rica.

La Carta de la Tierra dice que debemos “cuidar la comunidad de la vida con entendimiento, compasión y amor”. El canto de un ave o el revoloteo del colibrí vienen casi siempre por añadidura, si nos proponemos optimizar cualquier área disponible utilizando las plantas nativas. Si lo analizamos bien, los que cuidan y disfrutan de un jardín honran y respetan profundamente la vida, agradecen diariamente a todos los elementos que lo hacen posible y nos remiten a la memoria colectiva planetaria que está en los genes de todas sus células.

También nos abstraen de la vida citadina, y la rutina monótona que nos define como cultura. Introducen vida en rincones inesperados de la ciudad por los que las energías sanadoras fluyen. Muchas de nuestras casas y urbanizaciones actuales no cuentan con jardines debido al afán por colocar pavimento en todas partes. Esto implica que hemos eliminado amplias porciones del reino vegetal en la tierra para crear una forma de vida que nos aleja de lo esencial.
Foto de Guillermo Chaves de una medillina en flor, Costa Rica.


Los jardines son como refugios donde escapamos del estrés y la rutina, nos comparten su silencio reparador, su aroma y su música sutil. Un paisaje o jardín nos induce a la quietud y al silencio interior, y cuando estás en silencio toda la existencia te habla. Esto es así porque una frecuencia inspirada en el amor a la vida permite elevar y equilibrar lo que no está en esa misma sintonía. Por eso es que muchas personas con sensibilidad sienten que las plantas hablan y lo hacen realmente para quienes quieren escucharlas. Suelen decir  palabras de amor al aire, que captamos como susurros llevados por el viento. Un jardín vivo es uno con el agua. El agua canta y se divierte con las plantas y es hasta relativamente fácil de escuchar.

El propósito que cumplen los parques y jardines es más que estético; honramos la vida y a la vez, la creatividad del ser humano. Es un espacio que nos recuerda el origen olvidado. Cuando los visitamos cambiamos a otra condición; entramos a un lugar de sanación en el que sentimos el flujo vital de Gaia. Si nos integramos podemos invocar nuestro “ser interior” y ubicarnos en un lugar donde el espíritu se eleva y por tanto nos permite la evolución consciente con la misma esencia de la Tierra.

Foto que encontré en facebook de la cual no se el autor (si lo saben me lo hacen saber).

Los jardines tienen una misión restauradora a nivel de la conducta. Se ha investigado mucho en los últimos años la función que las áreas verdes tienen en la ciudad y se ha concluido que parques y jardines tienen un efecto restaurador en nuestra atención voluntaria, que es el tipo de concentración intensa, necesaria para trabajar o estudiar e ignorar las distracciones. Quienes habitan en zonas con acceso a áreas verdes, gozan de mejor salud y presentaban tasas de mortalidad menores que quienes carecen de éstas.



Crear jardines puede ser, como muchas otras manifestaciones artísticas, componentes que hacen sobresalir la capacidad creadora del ser humano y cuyos resultados son singulares, pero es diferente con los jardines; en ellos se debe manifestar la fecundidad por los nutrientes que contiene la tierra, la fuerza vital que todo genera y toda la vida elemental que amorosamente nos ofrece cobijo.
Construyamos y visitemos jardines para de alguna forma retomar nuestra conexión con las conciencias vivas de la Tierra. No solo eso, reverenciemos un jardín como debemos reverenciar las cosechas que nos sostienen vivos y las pulsaciones que renuevan la vida y le dan su integridad. No hay justificación para no integrarlos a nuestra existencia, todos somos originarios de la tierra que nos vio nacer, por lo que compartimos muchos de los elementos que constituyen nuestro cuerpo. Dicho lo anterior lo más importante es que; ya sea que hayamos nacido con el don de co-crear jardines o solo el de poder disfrutarlos como si fueran nuestros, lo importante es construirlos en el corazón. Construyamos jardines en el corazón y, por el principio de resonancia, vibraremos en una frecuencia que permitirá que surjan para recuperar y restaurar nuestro vapuleado planeta. Despertemos nuestra capacidad de asombro y gratitud todos los días y renacerá la vida con mayor vitalidad donde menos lo esperamos.

Foto de Guillermo Chaves de un jardín privado en Costa Rica.